ÚLTIMA HORA

viernes, 18 de enero de 2013

Diálogos con personajes imaginarios


-¡Hola, Señor Natillas! -dijo Caludio.
-¡Hola, Claudio! -respondió avergonzado el Señor Natillas.
-¿Cómo te fue en el parque de atracciones ayer? -dijo Claudio.
-Un poco aburrido, la verdad. La gente me miraba raro porque tenía un bolso transparente lleno de natillas y como no entienden por qué las llevo me miran de forma extraña -dijo el Señor Natillas.
-No te preocupes, Natillas. Te ayudaré a superar tu problema -dijo Claudio.
-Muchas gracias, Claudio -dijo el Señor Natillas.
-De nada. ¿Vamos a tomar algo -dijo Claudio.
-Sí -dijo el Señor Natillas.

El Señor Natillas tenía el síndrome de las natillas y tenía que comerlas a todas horas. 
        
                                     Cynthia Cárdenes, 3º ESO A

Cuando Gabriel salió al jardín se encontró con una escena alucinante, posiblemente ese día marcaría su vida y jamás lo olvidaría, ya que al lado de su cobertizo se elevaba una bruma fantasmagórica digna de una película. Justo detrás de la espesa niebla había una luz blanca muy brillante que le impedía ver más allá de la bruma. Justo cuando abrió la boca para decir algo empezó a formarse una silueta en la bruma, era imposible que esa sombra fuera de algo que habitara en la Tierra, ya que era extrañísima. Gabriel puso la expresión típica de cuando se sorprendía: los ojos abiertos como platos, la boca formando una O y los brazos extendidoshacia los lados.
Justo entonces la silueta comenzó a acercarse y Gabriel dijo:
-¡Quieto ahí!.
El ser hacía caso omiso de la voz de Gabriel que volvió a decir ahora con voz más alta:
-¡Quieto ahí!.
El extraterrestre se paró y pareció decir:
-¡Hola, terrícola, vengo en son de paz!
Justo entonces los gritos alertaron al padre de Gabriel que cogió su escopeta y salió corriendo hacia el jardín. La escena que encontró le pareció peligrosa, por lo que disparó su rifle varias veces contra el extraterrestre que se desplomó en su jardín. Gabriel, asustado, corrió hacia su padre para abrazarlo. Su padre dijo:
-¿Estás bien, hijo?
A lo que su hijo contestó:
-Creo que sí, papá.
Cuando el abrazo terminó la ciudad entera se iluminó con la misma luz que había hacía un rato en su jardín. Cuando miraron hacia el cielo no lo vieron, ya que estaba lleno de naves alienígenas dispuestas a vengar a su rey. ¿Será éste el fin de la raza humana...?

           Cristian Septién, 3º ESO A


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