DÍA DE TEATRO
El jueves día 21 de noviembre los alumnos de 4º de ESO asistieron a la
obra “Esos locos barrocos” en el teatro Cuyás en su proyecto pedagógico “Teatrae”.
Obra representada por el grupo Ron Lalá, que
por espacio de una hora aproximada nos hicieron
vibrar con su música en directo y actuación humorística. Se nos invitó a conocer y disfrutar de nuestro
maravilloso teatro del Siglo de Oro como
si se hubiese escrito en nuestros días, pero de una forma lúdica, viva, hasta
tal punto que los asistentes a esta obra
pudimos participar durante la
puesta en escena de estos entremeses. Fue
una mañana muy interesante disfrutando de esta obra de teatro matinal.
La obra
trata de establecer una
comparación entre la crisis del Siglo de Oro y la de nuestros días: la situación social, económica y vital que
atravesamos hoy reflejada en la de nuestros clásicos. Un diálogo entre lo
clásico y lo contemporáneo con toda la libertad del humor, la emoción de la
música en directo y la belleza del verso.
Los profesores queremos felicitar al alumnado por su
comportamiento y madurez a lo largo de toda la mañana y por el buen hacer de
estas actividades extraescolares. Les animamos para que sigan participando en
las mismas.
Gracias
¡ME CONVERTÍ EN UN PERRO!
Fue un día muy extraño, me desperté con dolor en el cuerpo, al abrir los ojos me encontré en la calle, en frente de mi preciosa casa. Al abrir los ojos bien, muy bien, me quedé blanca, pues tenía cuatro patas. Pensé que estaba soñando. Yo en mi mente pensaba, "Nira, esto es un sueño. Tranquila". Pero escuché unos chasquidos de un precioso niño rubio, que se me acercó y empezó a acariciarme. Voluntariamente saqué la lengua y le lamí el bracito, pero... ¿Qué me estaba pasando? ¿ Me había sentado mal el potaje de anoche? Crucé la calle insólita y empecé a ladrar en la puerta de mi casa. Recibí insultos de mis vecinas, a las que siempre había detestado: "¡Cállate, chucho!", me decían varias veces hasta que me lancé y le mordí una pierna a una de ellas. Su familia empezó a correr detrás de mí, propinándome patadas para que me separara de aquella mujer rechoncha y amargada. Al rato, decidí dar un paseo. Me encontraba sedienta, y un joven, en un recipiente, me ofreció agua y pienso, pero... ¿Estaría bueno? ¡Pues sí! Estaba bueno, sabia a esas galletas tan deliciosas que compraba mi madre en la tienda que estaba al lado del instituto. Miré agradecida al joven y me fui. Estaba caminando, y, al mismo tiempo, pensando en lo que me había pasado. Al cruzar la calle, un Renault Polo negro, venía lanzado hacia mí. La conductora se dio cuenta y tocó la pita y, ¡bendita pita! Me desperté sudando y con mi perro a mi lado.
Anónimo, 3ºB
Me llamo Noa. Soy una perrita muy juguetona y muy cariñosa, soy blanca, de pelo largo y tengo una mirada muy tierna. Tengo dos años, soy muy buena y mi dueña me saca a pasear todos los días. La quiero mucho.
Yessenia Rodríguez Santana, 3ºB
VIAJANDO POR UNA CIUDAD IMAGINARIA
En un país lleno de chuches vivía un joven que quería casarse con la princesa Chicle. La ciudad era hermosa, de colores variados, desde el color del dulce chocolate hasta los helados más fríos y bonitos. También tenía un hermoso palacio en el cual había un gran pastel en forma de triángulo.
El joven, para conquistarla, reunió todos los postres del palacio, para juntarlos y hacer la corona más dulce del mundo. Cuando logró hacerla se la entregó a la princesa Chicle que asombrada se la colocó. Ella dijo: -¡Qué bien! ¡Será muy dulce!-. El joven, entusiasmado, le dijo: -No hay nada más dulce que tú. Ella enseguida cayó ante sus pies. El joven aprovechó para pedirle la mano, y la princesa Chicle, ante su acto, se la confirmó. Y así, es como un joven cualquiera, con un bonito gesto, consiguió la mano de una princesa.
Anónimo, 2ºB
Un sueño
Anoche me acosté y soñé que estaba en una ciudad de chocolate y golosinas. Las puertas eran de fresas y risis, las ventanas de moras y plátanos, los faroles de chupa chups, la acera de tizas, los postres eran de billetes comestibles, las alcantarillas de monedas de chocolate y los tejados de galletas.
Yo iba tan tranquila por la calle cuando vi a un niño llorando. Le pregunté que qué le pasaba, y me contestó que no encontraba a su madre. Y ahí, fue cuando mi madre me despertó.
Nerea González Bolea, 2ºB
La leyenda
Yo estaba caminando por un bosque sin saber a dónde iba, hasta que encontré una ciudad que, extrañamente, estaba dentro de una cúpula. Me colé por la puerta y vi la ciudad. Era grande, sus edificios eran raros, tenían ventanas de un cristal irrompible, y brillaban todos los días, incluso por las noches. La gente volaba y tenía alas muy raras. Se vestían muy modernos, sus alas se las cambiaban según su ropa, no había ni coches ni aviones, iban a todos lados volando, los áraboles eran de chuches, otros de frutas, otros de compota, y hasta había árboles con comida. Muy raro, la verdad. Eran independientes y, cuando me di cuenta, yo era uno de ellos. De repente, me aparecieron alas, y volaba. Mis alas eran rosas, azules y verdes. Brillaban mucho. Al final, me convertí en uno de ellos. Soy una más, y no sé cómo me convertí. Cuenta una leyenda, que los seres que salen de allí, se vueven humanos. y cuando vuelven, no se acuerdan de quiénes son ni de dónde vienen.
Abilene Hernández Márquez, 2ºB
La ciudad mágica
Había una vez una niña llamda Estefanía. Era morena con los ojos azules, alta, y rellenita. Tenía el pelo largo. Vivía en una ciudad llamada Ciudad Imaginaria. En ella no había nada. Tan solo te lo tenías imaginar. Si imaginabas una carroza, aparecía delante de ti, y así, con todo. Estefanía no tenía ni amigos ni familia. Estaba sola porque de pequeña la abandonaron. Tiene 17 años, y un unicornio llamado Pegaso, negro y rosa. En la ciudad empezaron a poner barrios, tiendas, playas... Empezó a haber más gente y Estefanía comenzó a tener amigos. La ciudad pasó a llamarse 'Ciudad Mágica'. Al final, Estefanía encontró trabajo, tuvo casa propia, vivió feliz y siguió con su vida.
Noemí Martín Guerra
El lago de los sueños
Era medianoche y me encontraba sobre el sofá del salón viendo un interesante documental sobre una ciudad que existió hace mucho tiempo, y sobre la que los científicos no encontraban una explicación de su repentina desaparición. Debido al sueño, cerré los párpados dos o tres segundos, y, al abrirlos, me dirigí hacia la puerta de la salida a despejarme un poco. Al atravesar la puerta no me encontré con una calle normal de un barrio normal, sino con un inenso castillo bañado en oro, con piedras peciosas incrustadas por todas partes Aquel inmenso castillo se situaba a 10 o 12 metros de distancia de donde me encontraba yo. Por alguna extraña razón, era de día. Seguí caminando por aquel maravilloso lugar para explorar sus maravillas. Rodeé aquel castillo. A su derecha se encontraba un bosque donde los troncos de los árboles eran violetas y las hojas azules. La hierba era uniforme y verde, pero no de cualquier verde, sino de un verde precioso que nunca antes había visto. Seguí mi camino. A la izquierda del castillo había un lago. Su agua era my cristalina, tanto que ese veía a todos los peces nadar. Su agua brillaba a la luz del Sol. Sin pensármelo dos veces, me metí en aquel lago. Una vez dentro recoré alo no sabía nadar. A pesar de esto, flotaba sin esfuerzo. Me puse en posción de brazos abiertos, abrí los ojos y estaba en mi casa. Todo había sido un sueño.
Anónimo, 2ºC
Yon Jon
Yon Jon es una ciudad muy extraña. Cuando pensé en ir, no me imaginaba lo que me iba a encontrar: ¡extraterrestres! Al llegar allí, y sin darme cuenta, me había subido en el avión con ellos. La verdad, fue una experiencia muy rara, incluso puede decirse que interesante. Entonces me pregunté que si yo era la única humana que quedaba en el mundo. No lo quería creer, pero cada vez que me adentraba en aquella ciudad veía más y más tipos de alienígenas. Me sentí un poco asustada y quería volver a casa, pero, ¿y si ya no tenía casa? Es decir, ¿y si mi familia se había convertido también en extraterrestres? Era una duda que quise aclarar de inmediato, pero no sabía cómo. Al final del camino, encontré una gran plaza, vacía, silenciosa... y en ella había una epecie de nave espacial pequeña (seguramente para bebés aliens), pero, sorprendentemente, pude entrar en ella y comprender el vuelo. No sabía en qué dirección ir, pero decidí seguir las intrucciones de mi padre: seguir a las estrellas.
Anónimo, 2ºC
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