ÚLTIMA HORA

martes, 23 de octubre de 2012

Cuentos escritos por alumnas de 2º ESO C

Se cuenta que en aquella aldea vivió un hada conocida por sus buenas acciones. Un día una niña de la calle se acercó a ella y le dijo: -“Hola, bonita hada. Tienes el traje descosido”. La niña se lo cosió y el hada le dijo: -“Gracias niña, quiero hacerte un regalo”, a lo que la niña respondió: -“No hace falta, lo hice con buena intención”. El hada, sin embargo, le dijo: -“Pide un deseo”. La niña pidió ser feliz, y el hada con un “puf” le concedió el deseo. 
La niña ahora sale a la calle con sus amigas, tiene un papá y una mamá, una casa, un cuarto, ropa, muñecas… La niña desde este día es la más feliz. Pero lo que ella no sabe es que el hada le dejó otro regalo. Cuando ella muriera, la niña sería el hada de la aldea.
Guacimara Santana del Rosario



Se cuenta que en aquella aldea vivió un hada conocida por sus buenas acciones. Un día el rey Bob, un león muy conocido en su tierra, quiso que el hada le cumpliera un deseo que él nunca había conseguido. El hada, muy contenta al recibir la noticia del que el rey necesitaba su ayuda, fue entusiasmada a palacio. Una vez en palacio, el rey le dijo amablemente al hada:-"Hada, necesito que me cumplas el deseo de tener a la reina Esmeralda, una leone muy bella con una personalidad increíblemente favorecedora, y muy entregada a su familia y a todos los que viven en su tierra. En pocas palabras, es perfecta para mí". El hada, ya con lágrimas hasta el suelo, le dijo que cumpliría su deseo.
El rey, muy contento al saber que el hada había aceptado, mandó a toda su gente a decorar el palacio con todo lo que fuera alegre y romántico para esperar a su reina...
 
María Dolores Hernández Otero


Se cuenta que en aquella aldea vivió un hada conocida por sus buenas acciones. Un día el hada se sintió mal porque pensaba que sus acciones no eran suficientes  y se fue de la aldea sin decir nada a nadie. Todo el mundo la estaba buscando, y nadie la encontraba por ningún lado. De repente, un elfito pequeño la vio y con dulzura le dijo: -“¿Qué te pasa hadita bonita?”, y el hada le contestó: -“Que todos dicen que soy muy buena pero yo creo que no lo suficiente”. El elfito la miró y le dijo: -“Tranquila, mi niña. Vamos a la aldea y hablas con ellos para solucionarlo todo”. La hadita le hizo caso y todo se arregló.

Yaritza Sosa Santana

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domingo, 21 de octubre de 2012

Salida de convivencia de 3º ESO

El pasado día 11, los tres grupos de 3º ESO acompañados de sus respectivas tutoras -Yolanda, Mª Dolores y Mª del Mar- se dirigieron a la Villa de Moya para visitar la Casa Museo de Tomás Morales, donde una monitora les explicó aspectos interesantes de la vida y obra de este ilustre escritor grancanario. Seguidamente se trasladaron a  Los Tilos, donde siguieron la Ruta de la Laurisilva. Allí dos monitores les guiaron y hablaron de la flora y avifauna de esta zona. A continuación reproducimos el famoso poema de Tomás Morales sobre el bosque de Doramas, del que actualmente sólo queda el entorno ubicado en la zona de los Tilos. 

Tarde en la Selva
Tomás Morales

arde en la selva. Agreste soledad del paisaje,
decoración del rayo de sol entre el ramaje
y lento silabeo del agua cantarina,
madre de la armoniosa tristeza campesina.
¡Tarde en la Selva! Tarde de otoño en la espesura del boscaje, en el triunfo de la arboleda oscura,
bajo la advocación de las copas sonoras
y el plácido consorcio de las dormidas horas...

¡Oh paz! ¡Oh último ensueño crepuscular del día!
El ambiente era todo fragancia; atardecía,
y la lumbre solar en fastuosas tramas
quemaba en las florestas su penacho de llamas.
Todo el bosque era un hálito de aromas peculiares;
las hojas despertaban sus ritmos seculares,
y bajo ellas, soñando y a su divino amparo,
la música frescura del riachuelo claro
que el salto de una roca transformaba en torrente.
(Cabellera brumosa, donde, divinamente,
ilustró el arco iris con siete resplandores
la fugaz maravilla de sus siete colores).

Y el alma se hizo copia de esta virtud silente;
por su influjo, el ensueño tornóse transparente
e iba hundiéndose en una renunciación discreta.
La soledad y el ocio, amigos del poeta,
vestían mis quimeras con ropajes corpóreos
y eran trasuntos vivos los efluvios arbóreos...

¡Oportuna la hora! De entre los matorrales
surgen, tímidamente, los genios forestales
y mi presencia espían, avizores e inquietos,
tras los olmos rugosos y los blancos abetos.
Remisos, un momento, se consultan dudosos,
y en un punto, en el claro, penetran tumultuosos.
Y hacen, desorbitados como frutos gigantes,
columpio de las ramas los elfos trashumantes;
giran los blandos silfos de carnes sonrosadas
con sus alas de insectos tibiamente irisadas;
trenzan ralas piruetas los gnomos casquivanos,
chafando la hojarasca con sus cuerpos enanos,
y los lares acuáticos croan sus voces ruines
viscosos y adobados de lacustres verdines...

Rondan, danzan, simulan fieras acometidas
y entre sí se apedrean con las bayas caídas;
armando una algazara jovial y volandera;
que, caprichosa, rapta la brisa pasajera
y el eco desbarata tras la arboleda honda
entre murmullos de agua y susurros de fronda...


Bosque Atlántico
José Hurtado de Mendoza, 1920
Y el alma, arrebatada de ascensional destreza,
ingrávida, abandona la temporal corteza
y se suma a la ronda, milagrosa y liviana
y en el coral divino pone su nota humana…
¡Oh alma mía, he escuchado tu jubiloso acento
sensible en la suprema calidad del momento!
Ahora gozan mis ojos de la victoria cierta
de verte, enteramente, absoluta y liberta.
¡Cuanto más disgregada, más en mi compañía;
fuera de mi, y, no obstante, tan sumamente mía!
¡Alma que recobraste la original limpieza:
sé una parte en el Todo de la Naturaleza!

De pronto, en el silencio, un golpe temeroso
atraviesa el recinto de la selva en reposo;
son cobarde, en el viento, persistente y salvaje,
que llena de profundos terrores el boscaje.
¡Es el hacha! Es el golpe de su oficiar violento
que, bruscamente, llega, desolador y cruento,
de la entraña del bosque, donde un tilo sombroso
yergue su soberana magnitud de coloso...

¡Oh dolor! El monarca de la selva suntuosa,
el patriarca de verde cabellera gloriosa
que preside el sagrado misterio de la umbría,
mira llegar su muerte con la muerte del día.
Y hay un grave silencio meditabundo, inmenso,
y es tan grande la duda y el temor tan intenso
que callan, espantados, hojas, lares y fuentes
para escuchar medrosos... y oyen, intermitentes,
en el dolor tremendo, los redobles del hacha
prendidos en el pasmo de la encalmada racha
donde triunfan lo breve de un estallido seco
y mueren duramente, sin amor y sin eco…

Y los viejos del bosque, los viejos de alma fuerte,
temen, presentidores de una uniforme suerte;
y hay en sus copas trémulas como un sollozo humano,
como un plañir de preces por el perdido hermano
que a cada golpe arguye con un mortal gemido
y tiembla, y se estremece, como un titán herido...

Súbitamente, un grito hiende la selva, ronco;
creyérase el lamento postrimero del tronco
que al ceder maldijera... Y el coloso vacila,
y la enorme silueta, pesadamente, oscila.
Heridas por la muerte sus savias vigorosas,
ved cómo el triste extiende sus ramas temblorosas
como brazos que quieren asir, inútilmente,
la ramazón cercana, que cruje sordamente.
Aun en el aire, un punto, gira alocado, incierto,
y raudo cae de bruces sobre el camino: ¡muerto!

EPITAFIO

Grave señor del bosque, que sobre el verde prado,
inmóvil y maltrecho, yaces abandonado:
no abatieron tu frente gloriosos capitanes,
sino el golpe pechero de los ruines jayanes.
Ya, sobre tus cabellos, no volarán los ruidos
propicios al geórgico misterio de los nidos.
Tus frondas, que escucharon los silvestres cantares,
caldearán, ahora, los ahumados llares
de la pobre cocina o el salón solariego
y estallarán dolidas a los besos del fuego.
Mientras tanto, en el seno de la selva sombría,
tu cuerpo mutilado flagelará la fría
caricia del invierno... Pero el tronco marchito
volverá a fecundarse con el calor bendito,
y, activamente henchido de vitales renuevos,
cubrirá sus arrugas con los retoños nuevos,
cuando llegue en el carro del aura mensajera,
precedida de un rayo de sol, la Primavera...

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martes, 16 de octubre de 2012

Diez instrucciones para declararse

1º) Se prepara una cita.
2º) Preparas un papelito para decírselo.
3º) El papel tiene que estar presentable.
4º) Te aseguras de que no vas a ser rechazado.
5º) Le das el papel de forma misteriosa.
6º) En la cita lo halagas.
7º) Te aseguras de que lo pasa bien.
8º) Lo llevas a un sitio que te guste.
9º) Le coges de las manos.
10º )Se lo preguntas con sutileza.
                           Anónimo, 3º ESO A.

1º) Te aseguras de que no te va a rechazar.
2º) Comprarle algún detalle.
3º) Te arreglas bien.
4º) Quedar en un sitio que a la otra persona le guste.
5º) Decirle algo bonito.
6º )Charlar con esa persona de algún tema interesante.
7º )Llevarle a algún sitio, dar un paseo y sentarse en algún lugar que tenga intimidad.
8º) Cogerle de la mano y mirarle a los ojos.
9º )Decírselo suavemente.
10º )Preguntarle si siente lo mismo.
                         Gabriela, 3º ESO A

1º) Estar segura de que te gusta esa persona.
2º) Saber qué decirle, en vez de improvisar descuidadamente.
3º) Elegir el momento correcto.
4º) Ir a un lugar en el que se sientan cómodos y felices.
5º) Intentar romper el hielo hablando, por ejemplo, del día en que le conociste.
6º) Cogerle de la mano con sinceridad.
7º) Mirarle a los ojos con ternura para que no piense mal.
8º) Acercarte poco a poco a él.
9º) Bajar la voz hasta convertirla en un murmullo tenue.
10º) Decirle: "Te amo, aunque tú no me ames".
                        Zuleima, 3º ESO B

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sábado, 6 de octubre de 2012

Cuentos escritos por alumnos de 2º ESO B

Uno de los ejercicios propuestos en la Prueba de Diagnóstico Inicial de 2º de ESO consistía en la composición de un cuento a partir del siguiente comienzo: Se cuenta que en aquella aldea vivía un hada conocida por sus buenas acciones. Un día... De entre esos cuentos hemos elegido cuatro que a continuación reproducimos.

"Se cuenta que en aquella aldea vivía un hada conocida por sus buenas acciones. Un día el hada iba volando por un bosque mientras hacía florecer los árboles frutales. Otro día hubo una tormenta y todos fueron al refugio que había hecho el hada. La tormenta lo arrasó todo. Al día siguiente salieron todos del refugio y vieron que quedaban sólo escombros y en ese momento todos fueron por los alrededores por si había quedado algún animal con vida, pero todos habían huido. Todos se reunieron y le pidieron un favor al hada, porque hasta el bosque quedó destrozado.
Entonces el hada empezó por las casas, antes eran de madera y paja, pero vio que no resistían; así que las hizo de piedra. Y formó un establo para los animales. Y lo que había sufrido más era el bosque, ya que no quedaba nada. Entonces creó con su magia muchas semillas de todo y las enterró. Luego las regó con su magia y crecieron al instante y todo quedó como nuevo. Entonces los aldeanos le juraron que trabajarían muy duro. Gracias, hada."
Rubén Rodríguez Vega 

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