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viernes, 22 de noviembre de 2013

VIAJANDO POR UNA CIUDAD IMAGINARIA



Chuchelandia

En un país lleno de chuches vivía un joven que quería casarse con la princesa Chicle. La ciudad era hermosa, de colores variados, desde el color del dulce chocolate hasta los helados más fríos y bonitos. También tenía un hermoso palacio en el cual había un gran pastel en forma de triángulo.
El joven, para conquistarla, reunió todos los postres del palacio, para juntarlos y hacer la corona más dulce del mundo. Cuando logró hacerla se la entregó a la princesa Chicle que asombrada se la colocó. Ella dijo: -¡Qué bien! ¡Será muy dulce!-. El joven, entusiasmado, le dijo: -No hay nada más dulce que tú. Ella enseguida cayó ante sus pies. El joven aprovechó para pedirle la mano, y la princesa Chicle, ante su acto, se la confirmó. Y así, es como un joven cualquiera, con un bonito gesto, consiguió la mano de una princesa.

Anónimo, 2ºB
 
 
Un sueño
 
Anoche me acosté y soñé que estaba en una ciudad de chocolate y golosinas. Las puertas eran de fresas y risis, las ventanas de moras y plátanos, los faroles de chupa chups, la acera de tizas, los postres eran de billetes comestibles, las alcantarillas de monedas de chocolate y los tejados de galletas.
Yo iba tan tranquila por la calle cuando vi a un niño llorando. Le pregunté que qué le pasaba, y me contestó que no encontraba a su madre. Y ahí, fue cuando mi madre me despertó.
 
Nerea González Bolea, 2ºB
 
 
La leyenda
 
Yo estaba caminando por un bosque sin saber a dónde iba, hasta que encontré una ciudad que, extrañamente, estaba dentro de una cúpula. Me colé por la puerta y vi la ciudad. Era grande, sus edificios eran raros, tenían ventanas de un cristal irrompible, y brillaban todos los días, incluso por las noches. La gente volaba y  tenía alas muy raras. Se vestían muy modernos, sus alas se las cambiaban según su ropa, no había ni coches ni aviones, iban a todos lados volando, los áraboles eran de chuches, otros de frutas, otros de compota, y hasta había árboles con comida. Muy raro, la verdad. Eran independientes y, cuando me di cuenta, yo era uno de ellos. De repente, me aparecieron alas, y volaba. Mis alas eran rosas, azules y verdes. Brillaban mucho. Al final, me convertí en uno de ellos. Soy una más, y no sé cómo me convertí. Cuenta una leyenda, que los seres que salen de allí, se vueven humanos. y cuando vuelven, no se acuerdan de quiénes son ni de dónde vienen.
 
 
Abilene Hernández Márquez, 2ºB
 
 
La ciudad mágica
 
Había una vez una niña llamda Estefanía. Era morena con los ojos azules, alta, y rellenita. Tenía el pelo largo. Vivía en una ciudad llamada Ciudad Imaginaria. En ella no había nada. Tan solo te lo tenías imaginar. Si imaginabas una carroza, aparecía delante de ti, y así, con todo. Estefanía no tenía ni amigos ni familia. Estaba sola porque de pequeña la abandonaron. Tiene 17 años, y un unicornio llamado Pegaso, negro y rosa. En la ciudad empezaron a poner barrios, tiendas, playas... Empezó a haber más gente y Estefanía comenzó a tener amigos. La ciudad pasó a llamarse 'Ciudad Mágica'. Al final, Estefanía encontró trabajo, tuvo casa propia, vivió feliz y siguió con su vida.
 
 Noemí Martín Guerra
 
El lago de los sueños
 
Era medianoche y me encontraba sobre el sofá del salón viendo un interesante documental sobre una ciudad que existió hace mucho tiempo, y sobre la que los científicos no encontraban una explicación de su repentina desaparición. Debido al sueño, cerré los párpados dos o tres segundos, y, al abrirlos, me dirigí hacia la puerta de la salida a despejarme un poco. Al atravesar la puerta no me encontré con una calle normal de un barrio normal, sino con un inenso castillo bañado en oro, con piedras peciosas incrustadas por todas partes Aquel inmenso castillo se situaba a 10 o 12 metros de distancia de donde me encontraba yo. Por alguna extraña razón, era de día. Seguí caminando por aquel maravilloso lugar para explorar sus maravillas. Rodeé aquel castillo. A su derecha se encontraba un bosque donde los troncos de los árboles eran violetas y las hojas azules.  La hierba era uniforme y verde, pero no de cualquier verde, sino de un verde precioso que nunca antes había visto. Seguí mi camino. A la izquierda del castillo había un lago. Su agua era my cristalina, tanto que ese veía a todos los peces nadar. Su agua brillaba a la luz del Sol. Sin pensármelo dos veces, me metí en aquel lago. Una vez dentro recoré alo no sabía nadar. A pesar de esto, flotaba sin esfuerzo. Me puse en posción de brazos abiertos, abrí los ojos y estaba en mi casa. Todo había sido un sueño.
 
 
Anónimo, 2ºC
 
Yon Jon
 
Yon Jon es una ciudad muy extraña. Cuando pensé en ir, no me imaginaba lo que me iba a encontrar: ¡extraterrestres! Al llegar allí, y sin darme cuenta, me había subido en el avión con ellos. La verdad, fue una experiencia muy rara, incluso puede decirse que interesante. Entonces me pregunté que si yo era la única humana que quedaba en el mundo. No lo quería creer, pero cada vez que me adentraba en aquella ciudad veía más y más tipos de alienígenas. Me sentí un poco asustada y quería volver a casa, pero, ¿y si ya no tenía casa? Es decir, ¿y si mi familia se había convertido también en extraterrestres? Era una duda que quise aclarar de inmediato, pero no sabía cómo. Al final del camino, encontré una gran plaza, vacía, silenciosa... y en ella había una epecie de nave espacial pequeña (seguramente para bebés aliens), pero, sorprendentemente, pude entrar en ella y comprender el vuelo. No sabía en qué dirección ir, pero decidí seguir las intrucciones de mi padre: seguir a las estrellas. 
 
Anónimo, 2ºC

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